No me acuerdo muy bien hace cuántos años tuvo lugar esta historia, pero tengo la sensación de que fue hace varios.
Íbamos los cuatro en el auto; es decir, mamá Alicia, papá Mario, hermano mayor Paolo y hermano menor Mauro. Viajábamos a Buenos Aires a ver a la familia, y probablemente a festejar algún evento (evento que nunca faltan cuando tu papá es el menor de 13 hermanos).
Por supuesto, no era lo más cómodo que uno puede esperar, porque el viaje es largo desde Zapala, pero nos la arreglábamos bastante bien.
En un momento paramos en una estación de servicio en Trenque Lauquen, típico pueblo de nuestra pampa húmeda. Como en ese entonces nuestro auto tenía GNC, nos teníamos que bajar todos en la estación.
Hermano menor, ni lerdo ni perezoso, aprovechó que mamá Alicia se fue a comprar, y antes de que volviera, se sentó en el asiento del acompañante, donde estaría más cómodo. Papá Mario se sienta, se pone el cinturón, y arrancamos nomás. Salimos de la estación y seguimos nuestro camino por ruta 5.
Curiosamente sólo habíamos hecho 200 metros cuando el error garrafal de papá Mario salió a la luz. Y claro, lo comprendo, lo confundió el hecho de yo me hubiese cambiado de lugar. Porque la cuestion fue que hermano mayor, con toda naturalidad, hizo su comentario más acertado en años, que desencadenaría una seguidilla de acciones que casi eran la misma cosa: bajar la velocidad, frenar, mirar para comprobarlo, dar la vuelta, volver a la estación, encontrar a mamá Alicia, verla con su pequeño monedero en la mano y su cara...su cara!. Y sí, el comentario fue:
"Che Pá...falta la Má".
Dejaré a la libre imaginación del lector la escena en la que mamá Alicia vuelve a subir al auto.
Tumami es mi idolaa!
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