La Seño Alicia estaba festejando, junto con sus alumnitos y la mamás de la sala, el cumpleaños de uno de los nenes. Imaginemos la situación: jardín de infantes pequeño; ambiente de alegría y juego, de esos que siempre acompañan las fiestas infantiles.
Mientras tanto, la Seño Alicia charlaba animadamente con una de las madres, al tiempo que comía y disfrutaba de los confites que había en un platito.
En un momento dado, la Seño Alicia se percata de que algo extraño estaba ocurriéndole a nivel odontológico: al parecer algunos confites eran un tanto "plásticos" y era difícil masticarlos con normalidad.
Extrañada sigue conversando; pero la incomodidad iba en aumento.
Finalmente, en un instante de iluminación, la Seño Alicia cae en cuenta de lo que estaba ocurriendo: con el máximo disimulo del que fue capaz mientras seguía conversando, tocó sus dientes frontales y descubrió, para su desgracia, una fina capa de cera roja cubriéndolos.
Claro, lo que parecían ser inocentes confites, no eran más que los pedazos de la simpática vela de la torta, que sin pena ni gloria estaba siendo degustada.
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